A finales del pasado mes de septiembre, con ocasión de una cena de homenaje a mi excompañera de la Fundéu Victoria Alcázar, que se jubilaba en esas fechas, tuve la ocasión de sentarme al lado de Joaquín Müller, director general de la Fundación –aunque, sobre todo, periodista, con una larga trayectoria y una fuerte vocación–, y charlar distendidamente sobre la impagable labor de la Fundéu como observatorio lingüístico de los medios de comunicación (o como «Academia de los Periodistas», tal como les gusta llamarla a muchos profesionales de los medios), que sigue en alza desde el 2005, año de su creación. No olvidemos que, tal como se lee en sus estatutos, «[…] la Fundéu BBVA es una institución sin ánimo de lucro que tiene como principal objetivo impulsar el buen uso del español en los medios de comunicación a ambos lados del Atlántico».
Mi percepción —le dije—, que además se refuerza día a día, es que el origen de una gran parte de los errores lingüísticos en que incurren los periodistas procede de los ya inoculados en las traducciones de los informes, páginas web, artículos de prensa, teletipos de agencias internacionales de noticias, novelas, ensayos, etc., que reciben en sus redacciones o que leen en sus ratos libres (una lectura acrítica que suele ser producto de su falta de tiempo y de lo acuciante de su labor informativa). Habría, por tanto, que tener esto en cuenta –continué– y prestar una mayor atención (y un mayor apoyo) al sector de la traducción, responsable en primera instancia de la posterior viralización de dichos errores, que atribuimos –como no podía ser de otra forma– a quienes los divulgan en sus medios.Sigue leyendo
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